Libro inclasificable, a decir verdad. Porque no se trata exactamente de las memorias de Luis Mattini-Arnol Kremer, dirigente del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), aunque lo sea. Ni de un ensayo político, aunque también lo sea. Tampoco es un relato que utiliza la técnica del non-fiction, aunque la utilice.
Sin dudas, se trata de un libro que podría definirse como un testimonio vital, destinado a enriquecerse con las sucesivas lecturas. Porque allí está su principal virtud: en que está vivo. La historia late en esas páginas en las que el lector puede sentarse cara a cara con algunos personajes de las décadas del ’60 y el ’70, descriptos con sutileza y precisión por el autor. Como El Griego Lindritis, de Zárate, o el entrañable Gordo Madera, que aportan su militante ternura, u, obviamente, ese casi íntimo retrato de “Roby a secas” –Mario Roberto Santucho– o esa semblanza de Fidel Castro que sorprende con su proverbial memoria.
Claro que es imposible discutir con Mattini –al menos en este libro–, y no por su lucidez intelectual, sino porque es un trabajo indiscutible. Es la vida de un hombre, cruzada por subjetividades y percepciones que escapan a los juicios ajenos. Pero hay cierto halo inexplicable que recorre todo su libro y que recién comienza a desentrañarse en el epílogo: no es esa nostalgia pringosa que muchas veces se adosa a las “memorias” de viejos combatientes de causas perdidas. Mattini echa mano a la pasión como último recurso para la apología de su generación y es allí donde demuestra que el autor es un hombre signado por otros tiempos y otros hombres. (Reseña de Hernán Brienza)
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